NOTA:
El siguiente contenido ha sido elaborado en su totalidad (texto y gráficos) por el Observatorio Nacional de la Violencia contra las Mujeres y los Integrantes del Grupo Familiar.
La violencia contra las mujeres tiene su origen en una cultura machista y sexista que justifica el maltrato, el acoso y el abuso sexual. Construir un nuevo perfil masculino, ayudará a luchar contra esta forma de violencia que afecta a muchas familias en nuestro país.
Norma Fuller[1] , sostiene que en el Perú, la construcción de la identidad masculina se basa en las representaciones del cuerpo de los varones, el cual se caracteriza por dos rasgos: los órganos sexuales (representados por el pene) y la fuerza. La fuerza, a su vez, sería la cualidad más importante en la cual reside la ventaja masculina.
La autora sostiene que “el cuerpo no es una materia que emerge directamente de la naturaleza, sino que está inserto dentro de un sistema de representaciones sociales a través de las cuales interpretamos, codificamos y entendemos nuestras sensaciones”. Las representaciones y prácticas asociadas al cuerpo, no solo cambian de cultura a cultura, se relacionan directamente con nuestras concepciones sobre la sociedad y el lugar que ocupa cada individuo en el orden social.
En ese entender, lo que es ser hombre o mujer no son elaboraciones sobre hechos biológicos ya dados, sino que son productos de un amplio proceso de elaboración cultural. En nuestra sociedad, la construcción de la masculinidad se forma básicamente como negación de lo que es ser mujer: “no te comportes como mujercita” se les dice a los niños desde muy pequeños. Se educa a los hombres para ser valientes y no demostrar sus sentimientos.
Cómo se construye la masculinidad en el Perú
En nuestra sociedad, según Fuller, los atributos más comunes asociados a la masculinidad son: la fortaleza, la dureza, el rendimiento y el aguante en el trabajo. En este proceso se hace énfasis en los cuerpos fuertes y la capacidad de generar ganancias y proveer para sus familias. En suma, el trabajo se asocia de manera estrecha con la masculinidad y el reconocimiento social. Si bien es cierto que las mujeres pueden ser consideradas fuertes, esta fortaleza se refiere a un atributo moral que le permite afrontar la adversidad y trabajar para sacar adelante a sus hijos/as.
En la ciudad se valora el cuerpo masculino de apariencia bien cuidada, es decir, bien vestido, ropa limpia y planchada. No obstante, son pocos los hombres que saben hacer estas tareas, esto significa que para mantener su buena apariencia cuentan con apoyo femenino, generalmente la madre, luego la pareja. Un hombre adulto debe contar con una mujer que resuelva sus necesidades domésticas para tener éxito en el ámbito público.
El énfasis en estas cualidades masculinas, no benefician a los hombres. Al contrario, los colocan en una situación de desventaja social, pues cuando los cuerpos decaen y no pueden realizar los mismos trabajos, se enfrentan al vacío y sus lazos familiares se debilitan. Asimismo, no pueden resolver los problemas domésticos más elementales y de cuidado personal. Esta construcción de la masculinidad nos muestra un ejemplo de cómo se construyen las masculinidades extremas, los valores masculinos, sus exigencias y peligros.
Uno de los mandatos más fuertes en esta construcción de la masculinidad es la apropiación del cuerpo femenino, y se les enseña desde muy niños cómo “tener” una mujer. Estos atributos lo tienen que mostrar a cada paso, es así que la mayoría de los hombres en nuestra sociedad consideran que acosar con “piropos” a las mujeres en la calle es normal, habitual y cotidiano.
Ser “varonil” era lo ideal, y hacerse un “varón” empezaba por doblegar a otros varones y en subordinar a las mujeres. Al respecto, Cooper Thomson sostiene que debemos rechazar la masculinidad tradicional e ir más allá de lo que se conoce como negativo o dominante. Este autor plantea la necesidad de una nueva masculinidad, cuyo concepto englobe actitudes equilibradas que den cuenta de un varón poseedor de muchas características tradicionales positivas –entre ellas ser libre, alegre, fuerte, trabajador – pero que al mismo tiempo sea capaz de vivir en armonía con la tierra, con las mujeres y con la feminidad.
Muchos varones ya se han propuesto hacer un cambio en sus vidas y ser más abiertos, expresar sus emociones, estar más cerca de sus hijos/as y de sus parejas para descubrir el placer de estar en contacto y mejor con ellos mismos. Pero lo más importante, que su masculinidad sea plena, sin necesidad de reafirmarse a cada momento ni fundamentarse en la subordinación de las mujeres o de cualquier otro grupo.
Violencia y masculinidad
Algunos autores/as consideran que la construcción tradicional de la masculinidad es pensada como la no-femineidad, es decir ser hombre es lo contrario de ser mujer. Algunos hombres consideran el proceso hacia la igualdad “como una pérdida de poder y de privilegios, y por lo tanto, como una merma en su identidad viril”. Ser viril no se refiere simplemente a lo masculino, lo cual necesita un refuerzo constante. Ser viril quiere decir no tener rasgos femeninos; además, tener éxito, dinero y poder, fortaleza física y agresividad.
Marta Segarra, sostiene que con esta construcción masculina se construye un carácter agresivo en el hombre, así mismo, señala una relación entre violencia y poder. La violencia surge tanto de los poderosos que abusan de su posición como de los que no logran tener poder y se frustran. Actualmente estamos siendo testigos de un alarmante crecimiento de la violencia de parte de hombres hacia las mujeres. ¿Qué es lo que está pasando? Segarra señala que algunos hombres están sintiendo un profundo sentimiento de pérdida. Es más grave si experimentan problemas en el trabajo o desempleo, deudas, entre otros. Cuando se sienten sin control sobre sí mismos e incapaces de expresar sus sentimientos o frustraciones, recurren a la violencia.
Lo más probable es que la visión de virilidad es lo que se está perdiendo y esto genera este sentimiento de pérdida. Es necesario que los hombres de nuestra sociedad comprendan que esta construcción de la masculinidad es obsoleta e injusta, convirtiéndose en una prisión para él mismo. Si los hombres son conscientes de ello, podrán vivir de mejor manera y en armonía. La evolución de la concepción masculina es importante para la transformación de la sociedad y la lucha por la igualdad y la no violencia.
Paternidad y nuevas masculinidades que construyen relaciones igualitarias
Actualmente se aprecia un cambio en la asignación de roles, el desempeño igualitario y el compartir las tareas del hogar, contribuye positivamente en la educación de las nuevas generaciones y formará jóvenes con otra concepción de los roles de género. Se le viene dando mayor valor a las demostraciones de afecto de parte de los padres, y la democratización de las relaciones en las familias. El involucramiento en la crianza y la presencia y cercanía del padre en la vida de las hijas e hijos, tendría un impacto en la construcción de la identidad masculina en los años y generaciones siguientes.
Los casos de corresponsabilidad en los roles y tareas del hogar, reflejan cambios incipientes en nuestra sociedad que nos permiten pensar que es posible un avance, no solo en el sentido de que los hombres se hacen responsables por la crianza y cuidado de sus hijos e hijas, sino que la paternidad va permeando cada vez más la identidad de los varones.
Es probable que esté surgiendo una nueva manera de entender la paternidad en la cual el ser proveedor dejaría de ser la principal tarea. Sin embargo, no es posible dejar de lado la obligación de proveedor asignada al padre, lo que crea nuevas tensiones respecto del tiempo que se dedica a trabajar y el que dedica a la crianza y otras ocupaciones del hogar.
Los hombres que toman conciencia de que el enemigo común de hombres y mujeres es la masculinidad convencional, proceden a cambiarla y aprenden a ser más abiertos, a expresar sus emociones a estar más cerca de sus parejas y de sus hijos e hijas, descubrir el placer del contacto y el cariño.
Las personas están aprendiendo nuevas maneras de entender lo que significa ser hombre, sin necesidad de jerarquizar los roles ni de establecer relaciones que opriman al otro/a. Es posible una masculinidad nueva, anti sexista, antirracista, anti homofóbica, para lograr una sociedad más justa y libre de violencia.
*[1] FULLER, Norma, (2018) Difícil ser hombre. Nuevas Masculinidades Latinoamericanas, Fondo Editorial PUCP.
DESCARGA | Guía Metodológica: “Nuevas masculinidades para la igualdad de genero y una vida libre de violencia.” (Cortesía de la ONG Acción y Desarrollo)