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¿Por qué es tan difícil enseñar la creatividad?

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En casi todos los países se han diseñado políticas educativas que garanticen la inclusión de la creatividad y la innovación en lo que se enseña y aprende en las escuelas. Estas políticas buscan desarrollar conocimientos y habilidades que formen a un ciudadano creativo, innovador, independiente, activo, responsable, colaborador, competente frente al uso de la tecnología y el manejo del medio ambiente: una persona capaz de aplicar su educación en su vida cotidiana.

Se confía en que la enseñanza de la creatividad y la innovación hagan realidad estas aspiraciones. La verdad es que no ha sido fácil. A pesar de su urgencia e importancia, la creatividad y la innovación han demostrado ser difíciles de enseñar.

Svanborg Jónsdóttir y Allyson Macdonald, de la Universidad de Islandia, se hicieron la pregunta que aparece como título del texto que el lector tiene frente a sus ojos. Para contestarla, hicieron un estudio comparativo de casos sobre escuelas islandesas, caracterizadas como entre de las más progresistas del mundo. Los resultados son iluminadores.

Según Jónsdóttir y Macdonald, las instituciones educativas podían ser clasificadas según la importancia que daban a la creatividad en sus planes de estudio. Las instituciones catalogadas como rígidas mostraban un franco desinterés por la innovación; las clasificadas como estrictas tenían cierta aceptación de los procesos creativos; las instituciones flexibles los promovían con entusiasmo, mientras que las catalogadas como receptivas los ejercían de manera participativa, como parte integral de su cultura escolar.

¿Qué es lo que diferencia a estas escuelas? En las instituciones rígidas, y por ende menos innovadoras, encontraron a las escuelas tradicionales, con clases tal y como las conocemos: normales. En ellas los estudiantes tienen un rol receptivo y pasivo, mientras que el de su profesora es el de la experta que trasmite sus conocimientos desde su autoridad incuestionable. En las instituciones estrictas hallaron que la tradición se abría un poco, para aceptar a profesores y estudiantes creativos. En las escuelas flexibles se toparon con algunas sorpresas. Por ejemplo, que los roles de estudiante y docente no eran los acostumbrados; en estas instituciones los profesores y los estudiantes participaban en la toma de decisiones sobre las actividades. Así, los profesores eran supervisores y asesores más que expertos indiscutibles. En las escuelas receptivas, las más innovadoras, los aprendices disponían de un gran control de la toma de decisiones sobre su aprendizaje; además, en ellas las profesoras no tenían ningún problema para declararse como aprendices, lado a lado con sus estudiantes.

Las conclusiones deben ser obvias. Si deseamos promover la creatividad y la innovación nos debemos alejar de la tradicional escuela autoritaria: las relaciones de poder deben hacerse más horizontales. Formar creadores e innovadores implica empoderar a los estudiantes para que se transformen en agentes automotivados del cambio.

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Nota: El contenido mostrado en el presente artículo ha sido elaborado por SIPSE.com

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